viernes, 31 de diciembre de 2010

La Problemática en la Educación en México

No cabe duda que la historia reciente de la educación básica en México, está marcada por un proceso enorme crecimiento y expansión, facilitado por dos grandes esfuerzos de planeación educativa: El plan de once años y el Programa de Primaria para todos los niños. Fue gracias a estos procesos de planeación que el sistema educativo mexicano logró, por primera vez en 1980, asegurar la oferta a todo aquel que solicitara ingresar a la educación primaria. Por su parte, la educación secundaria ha venido siendo cada vez más capaz de absorber el egreso del nivel elemental.

Es necesario aceptar el hecho de que nuestro sistema educativo creció en forma  desigual. El proceso de crecimiento siguió el modelo del derrame paulatino del beneficio de las zonas más desarrolladas a las menos desarrolladas. De esta forma, la escuela primaria llegó más tarde a los lugares más pobres, menos desarrollados, más dispersos. De esta forma el crecimiento del sistema educativo se ha aunado a la dinámica de diferenciación socioeconómica y cultural y ha tenido como consecuencia inevitable la incapacidad no sólo de contrarrestar el peso de las variables externas que explican gran parte de las diferencias en los resultados educativos, sino ni siquiera de asegurar la “igualdad de oportunidades” en educación. El saldo es un sistema educativo que acentúa las desigualdades previamente existentes. Un análisis de la evolución del fenómeno de la desigualdad educativa nos muestra, al igual que en el caso de la calidad, que se trata de un fenómeno persistente en nuestro sistema educativo.

Pero desde 1982 aparece un fenómeno nuevo en los diagnósticos recientes y a partir del análisis de las estadísticas educativas. Este nuevo fenómeno es preocupante proceso de deterioro del sistema educativo en su conjunto y de mucho de los indicadores más importantes de su desarrollo.

 A la base de este fenómeno encontramos causas de naturaleza estructural. Los efectos del crecimiento de la deuda externa, agudizados por la caída de los precios del petróleo, condujeron a un descenso del crecimiento del producto interno bruto y a una creciente proporción de la decreciente riqueza nacional destinada al pago del servicio de la deuda.

El saldo de esta situación es la pérdida tanto de la importancia social como de la prioridad política de la educación en el país. En efecto, desde hace tiempo la educación ha perdido su capacidad de fungir como canal de movilidad social. Se ha devaluado el valor de la educación en el mercado del trabajo. El papel del maestro se viene desvalorizando en la sociedad. La pérdida del poder adquisitivo de su salario es sólo una manifestación de esa realidad. A este conjunto de fenómenos se añade ahora, al analizar el periodo referido, la pérdida de la voluntad política para mantener los menos niveles de desarrollo educativo básica, esto se traduce en que este nivel siga operando como el principal filtro a la movilidad social en la sociedad mexicana. El contexto anterior describe el momento en el que se define el Programa para la Modernización Educativa. Después de la negociación de la deuda externa, dice el Presidente en su presentación, “la Modernización educativa ha sido preocupación destacada y el tema al que he dedicado más tiempo y atención “.

Otra medida que cabe destacar dentro del objetivo tendiente a elevar la calidad de la educación básica es la evaluación educativa. Se ha advertido en los diagnósticos recientes del sistema educativo nacional la ausencia de control y participación de la sociedad en el quehacer educativo.

El Programa plantea el establecimiento de un sistema nacional de evaluación educativa que centre su atención en cinco líneas de evaluación: del desempeño escolar, del proceso educativo, de la administración educativa, de la política educativa y del impacto de la educación en el entorno socioeconómico. Especialmente alentadora es la concepción del proceso educativo que el Programa apunta, y cuya operación habrá de asegurar.

El objetivo de la modernización de la educación específicamente de la básica, debe ser el de elevar la calidad de la educación  que ofrece el sistema educativo. Pero esta calidad debe ser entendida en una forma precisa comprendiendo los siguientes aspectos:
Relevancia: Los objetivos y contenidos deben ser evaluados en función de su aportación para la vida de los educandos.

  • Eficacia: La educación será tanto más eficaz cuanto mayor sea el número de alumnos que alcancen un dominio adecuado de tales objetivos y contenidos.
  • Equidad: Se trata de la característica del sistema educativo consistente en atender diferenciadamente a sus alumnos, ofreciéndoles  los elementos necesarios según las características individuales y del entorno social de cada uno.
  • Eficiencia: Una dimensión diferente de la calidad educativa se refiere a la relación entre los resultados obtenidos por la educación y los insumos requeridos para ello.

La adecuada remuneración del personal es una condición necesaria, aunque no suficiente, para cualquier esfuerzo de calidad. Para ser efectivo un aumento salarial, tiene que ir relacionado con una racionalización y un reforzamiento de las exigencias de trabajo de calidad.

Pero el verdadero apoyo a la elevación de la calidad del sistema educativo se encuentra en la dignificación del trabajo magisterial. El maestro es un profesional de la docencia; es por tanto un actor activo, creativo y responsable dentro del sistema educativo.

Por lo que se trata de fortalecer metodologías didácticas que hagan descansar en la creatividad y profesionalismo de los equipos de maestros los esfuerzos de adaptación y generación de contenidos curriculares. Estas metodologías tienen en común la finalidad de integrar los conocimientos a partir de situaciones, hechos o problemas significativos para los alumnos, así como de vincular a los padres de familia y demás miembros de la comunidad con el proyecto académico de la escuela.


ME.GA.

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